El distinguido escritor puertorriqueño Abelardo Díaz Alfaro se quejaba días atrás de la prominencia dada a Santa Claus y del marginamiento, en cambio, a que son relegados los Santos Reyes. Y tiene razón don Abelardo. Tiene razón el ilustre intérprete de nuestras tradiciones, al quejarse. Autor prolífero de cuentos con sabor a terruño, lo es del famoso "Santa Claus va a La Cuchilla". ¿Quién no ha disfrutado de su lectura? De modo que don Abelardo sabe bien de lo que habla.
La historia está llena de contradicciones. La existencia de Santa Claus es una de ellas.
¿Qué tiene que ver el barrigudo personaje de tontas y cansonas carcajadas, vestido de rojo y blanco, con el nacimiento del Niño Dios en Belén de Judá? Realmente, nada. ¿Participó Santa Claus en alguna manera del tierno y trascendental suceso hecho realidad en Belén? Realmente, no.
Santa Claus no pudo participar en los sucesos de Belén por la sencilla razón de que a quien se relaciona con Santa Claus, San Nicolás de Bari, nació unos 300 años después. Aunque se desconoce con exactitud su lugar de nacimiento, parece ser cierto que nació en Parra (Asia Menor) y que después de regresar de un viaje a Egipto y Palestina fue elegido obispo de Myra. Durante la cruel y prolongada persecución del emperador Diocleciano fue encarcelado, siendo liberado al subir al trono Constantino, hechos que ocurrieron a principios del siglo IV. Se le llama San Nicolás de Bari porque ese fue su nombre y por haber sido trasladadas sus cenizas a Bari en el 1087. Dice la leyenda que con sus dádivas salvó a varias jóvenes de contraer matrimonios no deseados y que ayudaba anónimamente a los menesterosos, dando así lugar a la costumbre de ofrecer regalos, juguetes y dulces a los niños el 6 de diciembre, día de su fiesta, de la cual se pasó al día de Navidad, 25 de diciembre. Su vestimenta no se relaciona con la de un obispo, sino con el atuendo medieval holandés. Fueron los primeros colonizadores holandeses quienes traspasaron la tradición a Norteamérica.
Esa es la historia de San Nicolás de Myra o Bari, según se prefiera, convertido al correr del tiempo en el personaje principal de la Navidad, sin motivo genuino alguno y sin valimento histórico que lo acredite bíblicamente. Porque San Nicolás, séase "Santa Claus", no es personaje bíblico. Aunque santo, es totalmente ajeno a lo que ocurrió unos 300 años antes de su nacimiento.
En cambio, los Reyes Magos, fueran o no Reyes, sí son personajes bíblicos. Lo atestigua San Mateo en su Evangelio: "Habiendo, pues, Jesús nacido en Belén de Judá, reinando Herodes, he aquí que unos magos vinieron del Oriente a Jerusalén... Y entrando en la casa hallaron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; y abiertos sus cofres le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra". (Mateo 2, 1 y 11).
Véase, pues, que los llamados Santos Reyes, sí formaron parte de los sucesos relacionados con el Nacimiento del Niño Jesús, le conocieron personalmente, le adoraron y le llevaron presentes, conociendo también a María, su madre, y, de segura que también, a José, el esposo de María. Muchos años antes de que apareciera Santa Claus se festejaba a los Santos Reyes y en la gran mayoría de los países católicos son los Reyes Magos quienes traen anualmente juguetes, regalos y dulces a los niños y a los mayores.
Si los primeros colonizadores de Estados Unidos hubieran sido católicos posiblemente Santa Claus no se hubiera impuesto, porque la iglesia no hubiera aceptado un cambio tan fuera de la realidad histórica y bíblica. Ahora, bien, según se movió de hecho la festividad de San Nicolás al 25 de diciembre, aunque de derecho sigue siendo el 6 de diciembre, quizás podría hacerse lo mismo con la festividad de los Santos Reyes, celebrándola de hecho el 15 de diciembre y de derecho, en su sentido trascendental de Epifanía, seguir celebrándola el 6 de enero. De esta manera podría ir desplazando en Puerto Rico al barrigón de sonoras carcajadas, por los Santos Reyes. Factor práctico importante a favor de Santa Claus es que al venir en Nochebuena, brinda a los niños la oportunidad de disfrutar de sus juguetes el período de las vacaciones navideñas, mientras que los Santos Reyes llegan al final de las vacaciones.
Pero, lo que resulta totalmente rechazable de Santa Claus es que ha sido tanta la propaganda a su favor que poco a poco ha ido opacando y marginando la figura central de la Navidad: el Niño Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. A veces pienso que si pidiéramos a los niños puertorriqueños cuál es el personaje más importante de la Navidad, la mayoría contestaría que es Santa Claus. Eso expone una falla demostrativa del deterioro de nuestras creencias y la fortaleza de las costumbres.
En todo hogar cristiano se debiera enseñar a los hijos que el personaje central de la Navidad es el Niño Jesús y jamás debiera permitir la aberración de que Santa Claus venga postergable con la prole de enseñarles virilmente la realidad de lo acontecido la memorable noche del 24 al 25 de diciembre en Belén. Enseñar a los hijos, sin remilgos, ni titubeos, que en la Navidad rememoramos el Nacimiento del Hijo de Dios, y que esto es lo realmente importante, es obligación de los padres de familia de la que no pueden sacudirse sin fallarle a los hijos y al mismo Niño Jesús. Significado de la navidad
La historia está llena de contradicciones. La existencia de Santa Claus es una de ellas.
¿Qué tiene que ver el barrigudo personaje de tontas y cansonas carcajadas, vestido de rojo y blanco, con el nacimiento del Niño Dios en Belén de Judá? Realmente, nada. ¿Participó Santa Claus en alguna manera del tierno y trascendental suceso hecho realidad en Belén? Realmente, no.
Santa Claus no pudo participar en los sucesos de Belén por la sencilla razón de que a quien se relaciona con Santa Claus, San Nicolás de Bari, nació unos 300 años después. Aunque se desconoce con exactitud su lugar de nacimiento, parece ser cierto que nació en Parra (Asia Menor) y que después de regresar de un viaje a Egipto y Palestina fue elegido obispo de Myra. Durante la cruel y prolongada persecución del emperador Diocleciano fue encarcelado, siendo liberado al subir al trono Constantino, hechos que ocurrieron a principios del siglo IV. Se le llama San Nicolás de Bari porque ese fue su nombre y por haber sido trasladadas sus cenizas a Bari en el 1087. Dice la leyenda que con sus dádivas salvó a varias jóvenes de contraer matrimonios no deseados y que ayudaba anónimamente a los menesterosos, dando así lugar a la costumbre de ofrecer regalos, juguetes y dulces a los niños el 6 de diciembre, día de su fiesta, de la cual se pasó al día de Navidad, 25 de diciembre. Su vestimenta no se relaciona con la de un obispo, sino con el atuendo medieval holandés. Fueron los primeros colonizadores holandeses quienes traspasaron la tradición a Norteamérica.
Esa es la historia de San Nicolás de Myra o Bari, según se prefiera, convertido al correr del tiempo en el personaje principal de la Navidad, sin motivo genuino alguno y sin valimento histórico que lo acredite bíblicamente. Porque San Nicolás, séase "Santa Claus", no es personaje bíblico. Aunque santo, es totalmente ajeno a lo que ocurrió unos 300 años antes de su nacimiento.
En cambio, los Reyes Magos, fueran o no Reyes, sí son personajes bíblicos. Lo atestigua San Mateo en su Evangelio: "Habiendo, pues, Jesús nacido en Belén de Judá, reinando Herodes, he aquí que unos magos vinieron del Oriente a Jerusalén... Y entrando en la casa hallaron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; y abiertos sus cofres le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra". (Mateo 2, 1 y 11).
Véase, pues, que los llamados Santos Reyes, sí formaron parte de los sucesos relacionados con el Nacimiento del Niño Jesús, le conocieron personalmente, le adoraron y le llevaron presentes, conociendo también a María, su madre, y, de segura que también, a José, el esposo de María. Muchos años antes de que apareciera Santa Claus se festejaba a los Santos Reyes y en la gran mayoría de los países católicos son los Reyes Magos quienes traen anualmente juguetes, regalos y dulces a los niños y a los mayores.
Si los primeros colonizadores de Estados Unidos hubieran sido católicos posiblemente Santa Claus no se hubiera impuesto, porque la iglesia no hubiera aceptado un cambio tan fuera de la realidad histórica y bíblica. Ahora, bien, según se movió de hecho la festividad de San Nicolás al 25 de diciembre, aunque de derecho sigue siendo el 6 de diciembre, quizás podría hacerse lo mismo con la festividad de los Santos Reyes, celebrándola de hecho el 15 de diciembre y de derecho, en su sentido trascendental de Epifanía, seguir celebrándola el 6 de enero. De esta manera podría ir desplazando en Puerto Rico al barrigón de sonoras carcajadas, por los Santos Reyes. Factor práctico importante a favor de Santa Claus es que al venir en Nochebuena, brinda a los niños la oportunidad de disfrutar de sus juguetes el período de las vacaciones navideñas, mientras que los Santos Reyes llegan al final de las vacaciones.
Pero, lo que resulta totalmente rechazable de Santa Claus es que ha sido tanta la propaganda a su favor que poco a poco ha ido opacando y marginando la figura central de la Navidad: el Niño Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. A veces pienso que si pidiéramos a los niños puertorriqueños cuál es el personaje más importante de la Navidad, la mayoría contestaría que es Santa Claus. Eso expone una falla demostrativa del deterioro de nuestras creencias y la fortaleza de las costumbres.
En todo hogar cristiano se debiera enseñar a los hijos que el personaje central de la Navidad es el Niño Jesús y jamás debiera permitir la aberración de que Santa Claus venga postergable con la prole de enseñarles virilmente la realidad de lo acontecido la memorable noche del 24 al 25 de diciembre en Belén. Enseñar a los hijos, sin remilgos, ni titubeos, que en la Navidad rememoramos el Nacimiento del Hijo de Dios, y que esto es lo realmente importante, es obligación de los padres de familia de la que no pueden sacudirse sin fallarle a los hijos y al mismo Niño Jesús. Significado de la navidad
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